Sin código postal: Elaine Vilar Madruga

Como tantas otras lectoras, me comí El cielo de la selva de un solo mordisco. Como tantas otras lectoras, me vi escondida y castañeteando dientes entre sus páginas. Por supuesto que nunca he estado en una selva caníbal ni me han convertido en perra enjaulada, tampoco he sido carnaza ni puta en un barrio caribeño. Pero, como tantas otras lectoras, he sentido el terror enroscado en torno a mí.